díez+díez diseño en el aeropuerto

Afortunadamente ya hemos superado el trauma desasosegante de encontrarnos en uno de esos espacios por antonomasia de los llamados “no lugares” de los que habla el sociólogo francés Marc Augé; en realidad nos hemos dado cuenta de que a esos ámbitos de transitoriedad, sin carácter identitario, intercambiables y anodinos siempre pueden enfrentarse vivencias personales propias, íntimas e intransferibles; en esos espacios acotados y en esos tiempos muertos podemos leer, pensar, pasear sin prisas, ordenar ideas, dibujar, escribir, divagar, charlar, o en definitiva practicar uno de los ejercicios recomendados por la corriente slow según la cual una de las mejores maneras de ganar tiempo es perderlo.

Aunque tenemos que reconocer que sobre todo, tal vez guiados por la deformación profesional de ser diseñadores, que nos lleva a observar constantemente las cosas que nos rodean y sobre todo a la gente y su relación con aquellas, utilizamos los aeropuertos tal como lo haría un entomólogo al estudiar un terrario; siendo el espacio público y el mobiliario urbano objetivos prioritarios de nuestro trabajo, vemos las salas de espera de los aeropuertos como un caso muy especial y extremo de estos espacios y comprobamos como los viajeros confinados en ellos actúan y se comportan de manera muy diferente a como lo harían en las calles o en las plazas de su ciudad; el aburrimiento y el cansancio hace que se comparta bancada con gente con la que nunca se haría si se pudiese escoger asiento libremente en el banco de un parque; roces de cuerpos o cruces de miradas inimaginables en ciertas culturas se hacen inevitables y conversaciones que nunca se habrían producido fuera de estos espacios envasados al vacío surgen naturalmente con personas a las que nunca habíamos visto y a las que seguramente no volveremos a ver.

Y precisamente uno de nuestros últimos proyectos, el programa de bancos Dove (donde, en italiano), surgió a partir de la recopilación de muchas de las observaciones e ideas generadas en las interminables esperas en las salas de embarque de los aeropuertos; y algo tendrá de especial Dove cuando ha sido galardonado recientemente en los XIII Premios de la AEPD (Asociación Española de Profesionales del Diseño), con lo que de alguna manera queda demostrado que muchas veces no es tan importante el lugar como lo que ocurra en él.

Tal vez una de mis aeropuertos favoritos y sobre todo su zona de embarque sea, aunque esté mal decirlo siendo como soy madrileño, la Terminal 4 de Barajas; creo que es un verdadero acierto la utilización del color, magníficamente implementado a modo de paleta cromática en las estructuras bífidas y las nervaduras que soportan la cubierta.

Esta gradación permite romper de una manera realmente efectiva la monotonía generada por los pilares pareados en su repetición a escala casi urbana, más que estrictamente arquitectónica.

Además del carácter puramente estético este empleo del color creo que tiene un componente funcional generado de una forma auténticamente efectiva; ésta consiste en delimitar, aunque sea de una manera sutil, las diferentes zonas del inmenso mall acristalado, superando la información que en un momento dado nos proporcionan los paneles y diagramas informativos; de esta manera la propia arquitectura se convierte en un inmensa señal orientativa y así, si en un momento dado, en nuestro deambular ocioso a la espera del ansiado momento del embarque, nos despistamos, siempre podremos recurrir a la búsqueda de la referencia de la zona azul, o la violeta o la amarilla.