(2018) Sana esquizofrenia creativa

Sana esquizofrenia creativa por Juli Capella, comisario de la exposición “los díez en los campos expandidos”
 
“Es casi imposible conciliar la libre expresión con el acto creativo”
Charles Eames
 
Son raros. No tal vez esquizofrénicos. Pero sí contradictorios. Sanamente complejos. O tal vez completos. Es difícil seguirles la pista para intentar definirlos. Se escapan constantemente, se te resbalan. Se iniciaron en los años 90 desde una perspectiva seria y rigurosa del diseño. Como profesionales liberales, ofertando sus servicios a un productor. Donde contaba la habilidad creativa, basándose en los criterios de funcionalidad, que posteriormente formalizan un objeto. Pero eligieron un camino duro, muy árido en España. Durante varios años se mantuvieron firmes picando piedra, la persistencia es una de sus virtudes, ajenos a cualquier canto de sirenas. Incluso beligerantes con el ejercicio contaminado de la tontería y el gadget: “nuestro trabajo pretende ser esencial, sincero y sencillo”.
 
Pero de repente, no tuvieron ningún escrúpulo (o lo disimularon muy bien) al pasarse al otro lado de la frontera y hacer arte. Bueno, en realidad no hay ninguna frontera entre diseño y arte, ¿o sí? Y tampoco es que decidiesen hacer arte. Simplemente pasaron de resolver encargos con propuestas funcionales, a hacerse auto encargos con resultados no funcionales. Bueno, en realidad también eran funcionales, pero no en el sentido práctico del término. A no ser que entendamos como práctico divertirte, cuestionar o intrigar. Que seguro que también lo puede ser. De hecho, lo es.
 
Pero ellos insisten: “no somos artistas, dejamos el arte para los días festivos; preferimos los días cotidianos”. De acuerdo con ellos, dejémoslo pues en arte, 2, a diseño, 5.
 
Recapitulando.
Rebobinemos, una pareja de hermanos que se inicia en la profesión haciendo de diseñadores serios, rigurosos y prácticos, y que de pronto olvidan la función utilitarista y se ponen a hacer poesía visual bi o tridimensional. Pasando de la tienda a la galería, transitando de resolver problemas a crear ficciones. O mezclándolo todo. Primero intentaron separar ambas actividades, pero el esfuerzo fue inútil, la realidad siempre acaba dictando. Aunque el cerebro tenga dos hemisferios diferenciados (ellos, dos cada uno) que acaban trabajando juntos (ellos juntando sus cuatro).
 
Sin duda un proceso algo esquizofrénico, por muy cuerdo que parezca. Esta es la etimología: esquizo, división; frenia, de la razón. Una división que a su vez está dividida en dos mentes. Sin llegarse nunca a saber quién de los dos es el cuerdo y quien el ido, o si se turnan, o a ratos cada cosa. ¿Cuándo se ponen la bata de diseñadores y cuándo la gorra de artistas?
 
En realidad, la obra de los díez representa una contradicción, que seguramente viven muchos creadores. Por un lado, aceptar las reglas del juego y ser honesto en la partida, cumpliendo los requisitos profesionales. Y por otra, romper la baraja y salir por peteneras. Permitirse el desvarío con libertad. Porque, responder siempre obedientemente a un encargo, obedecer a un cliente, aceptarlas cortapisas de un productor, o seguir las directrices de un experto en marketing, a menudo toca las narices. A no ser que seas, realmente obediente y sumiso, y por tanto poco creativo.
 
¿Dónde son mejores?
¿En qué faceta son los díez mejores? No hay respuesta, porque la pregunta es absurda. ¿Mejor en qué o para qué? En lo que sí hay que felicitarles es que no hayan equivocado el enfoque permutándolo, que cuando les pedían diseñar un banco serio para sentarse no les diese por hacer un poema urbanita. O cuando estaban diseñando la silla imposible del gran Billy Wilder, no pretendiesen que la gente se subiese a sentase en ella.
 
Vista su obra en conjunto, es decir en su duplicidad complementaria, supone unos de los ejercicios de diseño más completos del panorama del diseño español, donde poca gente ha cultivado esta creopatología disociativa. O hacen lo uno, o lo otro, con algún pequeño episodio alternado. Seguramente este ejercicio dúplice en paralelo, les facilita poder ser más atrevidos en los encargos convencionales, y también afinar con más delicadeza en las incursiones poéticas. Y lo cierto es que no han hecho ninguna excentricidad inútil. Ni ningún producto, absurdo. Pecado que sería lamentable, sobre todo para ellos mismos. Que son muy orgullosos.
 
Aunque Eames dijese que libertad y encargo no suelen cuajar, he aquí una honrosa excepción si se entiende la obra de los díez en su conjunto. El maestro no dijo imposible, dijo “casi”.
 
Por cierto, que Emaes diseñó la chaise longue que el cineasta Wilder le pidió para echar una cabezadita entre toma y toma de sus rodajes. El director, al verla y observar que era tan estrechita arrugó el ceño. Comentó que solo podía usarse si tenías una novia tipo Giacometti. ¿La usó alguna vez?, ¿para dormir, para…? En diseño, es realmente difícil clavarla.