¡Y además son ecológicos!

En mi primera y estoy seguro que no última visita a Helsinki, he podido comprobar sobre el terreno cosas que ya sabía, o al menos intuía; por ejemplo que la tradición del diseño y la arquitectura finlandesa va mucho más allá de Alvar Aalto y que de su alargada sombra hace tiempo comenzaron a escaparse, como traviesos nietos que se escabullen del cuidado del entrañable abuelo, buscando ese extraño sol de medianoche, una serie de creadores que, sabiendo mirarse en la tradición, han sabido asumir la contemporaneidad sin rupturas traumáticas.

Además, y eso tengo que reconocer que si ha sido nuevo para mí, he constatado como los fineses y finesas no son tan fríos y distantes como, seguramente influenciados por simplificadores prejuicios climatológicos, pudiésemos pensar; la más sencilla calidez, la cercanía juguetona e incluso mi querida ironía pueden atisbarse en muchos de sus diseños, dotando a su refinada funcionalidad, heredera directa de los históricos regionalismos críticos, de un plus de cercanía, que sin llegar al histrionismo de muchos objetos (y diseñadores actuales), hacen de sus productos, amables.

Y si todo esto no fuese suficiente, también son ecológicos; pero sin entender el ecologismo como una moda pasajera, o la sostenibilidad como una tendencia circunstancial o una mera etiqueta mediática, sino de una manera que casi podríamos definir como genética; un planteamiento biofílico que nace de una mirada sensible a su entorno más inmediato y que da como resultado la certidumbre de su precario equilibrio, que no es sino reflejo de nuestra propia vulnerabilidad.

Por todo ello, gracias por vuestra visita a Madrid, y bienvenidos.