Entrevista para CASA VIVA_nº132 (mayo 2008)
Sois hermanos y, aunque Javier es diseñador industrial y José Luis interiorista, ambos demostráis tener un talento creativo. ¿Es el diseño una capacidad innata, genética?
Creemos que no; de hecho en nuestra familia no encontramos antecedentes relacionados con la creación. En nuestro caso todo ha sido muy circunstancial; en un principio yo, Javier, comencé a estudiar arquitectura pero afortunadamente enseguida comprendí la cantidad de condicionantes burocráticos, normativos, económicos, etc., que acompañan y condicionan el proceso puramente creativo y a los dos meses de curso abandoné; me decidí entonces por el diseño de producto, o más concretamente el de mobiliario al descubrir como una serie de grandes arquitectos habían abordado esta disciplina. De esta manera, al comenzar mis estudios en las Escuelas de Artes y Oficios, poco a poco fui introduciendo en mi casa libros, revistas, etc. sobre una profesión que por aquel entonces era difícil de explicar; así, una vez allanado el camino mi hermano José Luis se decidió a estudiar interiorismo, tal vez pensando en complementar una futura colaboración e incluso la creación de un estudio común, como así ha sido.
Cuando decidisteis empezar a trabajar juntos, ¿cómo os abristeis camino? ¿Cuántos años lleváis trabajando en el campo del diseño?
Realmente comenzamos a trabajar juntos ya desde los años de estudios, participando en cualquier concurso que se nos cruzase en el camino, obligándonos a fabricar maquetas, prototipos, permitiéndonos conocer el diseño desde su parte más practica, pisando carpinterías, talleres, que nos obligaban a comprender como se construir las cosas, no solo como se dibujaban. Siempre bromeamos diciendo que como yo, Javier, tengo 40 años, y José Luis, tiene 38, llevamos esos 38 años trabajando juntos.
¿Cómo es un día de trabajo en vuestro estudio? ¿Cuántas personas lo formáis?
El estudio lo formamos únicamente nosotros dos, lo que sucede es que José Luis trabaja a su vez en un estudio de arquitectura, con lo cual el día a día del estudio lo llevo yo; el trabajo como diseñadores nos lo planteamos de una manera bastante peculiar; no somos particularmente metódicos, nos encanta crear en cualquier sitio (de hecho consideramos cualquier Starbucks como una filial de nuestro estudio), no nos gusta trabajar con prisas, preferimos tener muchos proyectos abiertos que nos permita saltar de uno a otro cuando nos saturamos de alguno, junto a los encargos que nos llegan de diferentes fabricantes nos gusta desarrollar autoencargos, que en ocasiones llegan a encontrar productor; de alguna manera el planteamiento creativo, que junto al más pragmático, guía cualquiera de nuestros proyectos, lo proyectamos sobre el propio funcionamiento del estudio.
El poder de invención es algo personal y, quizá asociado a la individualidad. ¿Es difícil el proceso de creación cuando se hace entre dos personas?
No, al menos en nuestro caso en el que los papeles están como bastante definidos; mientras que Javier se ocupa de los procesos más claramente creativos, José Luis aporta, tal vez por su trabajo en el campo de la arquitectura, la mirada más pragmática y operativa del estudio; algo que nos funciona estupendamente es comprobar como la crítica puntual, más fresca y menos saturada, de José Luis aborda los planteamientos de los procesos planteados por Javier en el trabajo diario; por decirlo de otra manera, se necesita una crítica externa que muchas veces el diseñador no es capaz de percibir, encerrado en su propio proceso.
En vuestros diseños predominan las líneas pero sobretodo las curvas. Algunas de ellas transmiten una sensación de vorágine (la escalera vértigo) y otras provocan calma y armonía (los bancos Zen o el Pleamar). ¿El diseño debe reflejar las emociones o prima su funcionalidad?
Sinceramente no sabemos que contestar; nos divierte mucho cuando a través de nuestros diseños se nos intenta analizar, aunque lo que esperamos que nuestros diseños no sean un reflejo de nuestras emociones, porque fácilmente se nos podría catalogar como esquizofrénicos. En realidad lo que tenemos muy claro, y lo que siempre pretendemos, es que el desarrollo de cada proyecto se justifique en si mismo; el hecho de que en ciertos diseños, por ejemplo, predominen las rectas sobre las curvas, o viceversa, se explica en el propio proceso, entendiendo en el mismo confluyen multitud de condicionantes técnicos, materiales, económicos, etc., etc.
Habéis hecho trabajos industriales, y también diseño de mobiliario público. ¿Con qué os quedaríais?
Con cualquiera que nos permita variar, experimentar, investigar, abordar nuevos retos; poder saltar desde la escala íntima de una taza a la distancia urbana de un bolardo, desde la delicadeza de la porcelana a la contundencia del hormigón.
En vuestra carta de presentación apuntáis que os “apetece dar el salto del relato a la novela”. ¿Cómo se le da vida a un espacio o a un objeto?
Al diseñar cualquier objeto lo que pretendemos es aportar una mirada nueva sobre el mismo, por decirlo de alguna manera pretendemos descubrir el significado primero y profundo de “la mesa” que nos permita aportar nuestra visión de una nueva mesa.
Cuando hablamos de dar el salto del relato a la novela, lo que queremos expresar es el deseo de pasar de definir el objeto en si mismo, con unos límites concretos y cuyas relaciones con el resto del sistema de los objetos se nos escapa ya que desconocemos el ámbito en el que el comprador o el usuario lo va a insertar, para definir lugares donde orquestar dicha relación, donde armonizar simultáneamente todo un abanico de condicionantes como son la luz, la escala, las circulaciones, la privacidad, el color, etc., etc.
Pragmatismo, reflexión, concepto, ilusión, palabra, búsqueda, pensamiento, azar, poesía, crítica...éstas son algunas de las palabras que presentan vuestra página en Internet. ¿Definís con ellas vuestro trabajo o preferís no poner etiquetas?
Definimos no el resultado de nuestro trabajo, que como ya hemos explicado es el resultado en cada caso del propio desarrollo y justificación interna, sino un planteamiento por el cual el la reflexión es anterior y está por encima de la formalización; nosotros seguimos un proceso de trabajo relativamente lento comenzando por una fase de conceptualización, de reflexión alrededor del objeto a diseñar; este proceso, relativamente dilatado, nos permite, una vez obtenidas las claves reflexivas del proyecto, bocetar muy rápidamente una solución formaliza; nunca justificamos un objeto en su propia forma y mucho menos en su imagen, que es en definitiva una simplificación excluyente de significados hápticos, sobre todo teniendo en cuenta que somos diseñadores de producto, y que parece ser una tendencia bastante extendida actualmente.
No hablemos de minimalismo. Preferís el término de esencialismo, ese esencialismo que la sociedad del consumo ha perdido para pasar a la sobreproducción, al exceso de necesidades, a las nuevas necesidades pre-creadas por el sistema...¿Qué diferencia lo minimalista de lo esencial? Rechazamos el minimalismo como recetario, entendido como mero repertorio formal, como simple catálogo de soluciones formales aplicadas de una manera mecánica; preferimos el término esencialismo entendido como planteamiento por el cual cada diseño, cada producto nace y se desarrolla manifestando su carácter básico y suficiente, sin añadidos que lo perturben; este enfoque, aunque resulte paradójico, podría dar como resultado un diseño barroco, siempre que se justifique en si mismo. Por decirlo de alguna manera, en díez+díez diseño no estamos cerrados a utilizar ninguna etiqueta formal a priori, pretendemos que nuestros diseños tengan estilo, no un estilo.
Os consideráis compradores y usuarios antes que diseñadores. ¿Es una estrategia buscada para acercaros a vuestro público a la hora de diseñar un producto o simplemente os sale inconscientemente como forma de trabajo?
Bueno, creemos que suceden ambas cosas simultáneamente; nunca diseñamos algo que no nos gustaría comprar, tener o disfrutar en nuestras casas, en las ciudades que recorremos, en los restaurantes que visitamos. Cuando diseñamos intentamos visualizar la vida de ese objeto en un entorno real, acompañando a alguien en su vida cotidiana; eso nos motiva muchísimo más que imaginándolo en las portadas de las revistas o en las vitrinas de un museo
Arte y poesía. Describís vuestro trabajo a partir de citas de personajes ilustres en el mundo de las letras. ¿Se reflejan estas aficiones en vuestras creaciones?
Si partimos de la base de que nosotros consideramos el oficio de diseñadores como una actividad vivencial, que se nutre sobre todo de la experiencia, resulta lógico pensar que nuestras lecturas, el cine que vemos, las ciudades que callejeamos, las conversaciones con los amigos, etc., se vean de alguna manera reflejadas en nuestro trabajo.
Decís que no os interesan los museos, ni los premios, ni ver vuestras piezas en las portadas de las revistas. ¿De qué manera entendéis el éxito?
El mayor éxito que podemos entender para nuestro trabajo es pensar que alguien en cualquier tienda, en cualquier catálogo, escoge entre otros uno de nuestros diseños, no por nuestro nombre, ni por haberlo visto mil veces publicitado, sino porque piensa que le puede aportar algo en su vida.
Os gusta “diseñar para la gente”. ¿Cómo podría convertirse el mundo del diseño en un medio social al alcance de todo el mundo?
Rechazando para la profesión del diseño el estúpido y absurdo planteamiento del star system, los flashes y las lentejuelas; asumiendo que creamos el entorno cotidiano de la gente y que mientras la gente siga percibiendo nuestro trabajo como una materialización distante, cara e inaccesible, el diseño no dejará de habitar un gueto para privilegiados y entendidos; tampoco deberíamos olvidarnos del fabricante, del industrial, sin el cual el trabajo del diseñador no pasaría de ser una simple entelequia teórica y onanista; creo que ciertas tendencias autocomplacientes en la vertiente supuestamente artística y experimental del diseño está haciendo desconfiar al productor, cuya misión última, no lo olvidemos es la de vender, y que como diseñadores industriales, deberíamos compartir. Creemos que como diseñadores debemos convertirnos en el eslabón intermedio entre fabricante y consumidor, proponiendo a aquel el grado de experimentación, imaginación e innovación que éste demande y sea capaz de asimilar.
¿Cómo se encuentra en la práctica el grado exacto entre la contemporaneidad y la atemporalidad?
En nuestro caso el objetivo de la contemporaneidad intentamos cumplirlo a partir de la resolución de las necesidades reales, no inducidas artificialmente, de la gente, no intentamos diseñar hoy para el mundo del mañana; la atemporalidad se desprende del nulo interés que mostramos por las tendencias o las modas, pensando y deseando que un diseño que desarrollamos hoy puede ser válido dentro de 20 años.
¿Cuánto de funcionalidad y cuánto de belleza en el diseño?
El máximo que el producto que estemos desarrollando sea capaz de asumir sin desbordar cualquiera de sus otras cualidades.
El diseño, ¿debería ser un elemento más de crítica social? Algo que hayáis querido denunciar con alguno de vuestros diseños.
Entendemos que en el caso del diseño de producto, a diferencia del gráfico o comunicacional que cuenta con herramientas más explícitas y efectivas, no debe entenderse como una actividad crítica; en realidad pensamos que si llevásemos la reflexión crítica hasta sus últimas consecuencias dentro del diseño de producto, la conclusión última sería el cuestionamiento mismo de nuestra profesión; hoy por hoy el diseño se entiende en su inmensa mayoría como mera herramienta de generación de novedades y no como lo que debería ser, esto es, el instrumento que nos permitiese una evolución cualitativa, y no solo cuantitativa, de nuestro entorno material.
Pensamos que existen herramientas más eficaces para intentar hacer crítica social, por ejemplo manteniendo un activismo cívico y político militante, perteneciendo a partidos, sindicatos, ONGs, etc., etc.; nosotros, con nuestro trabajo lo único que pretendemos es que ese escenario material que nos rodea todos los días no nos complique la vida, sino que nos la facilite, que nos permita centrarnos en lo verdaderamente importante que son las ideas, los sentimientos, las personas.
Alguno de vuestros proyectos futuros, si podéis contarlo...
Ahora mismo tenemos entre manos un proyecto nacido de lo que llamamos autoencargo y que es el resultado de la evolución de muchos años de algunos de nuestros planteamientos tanto conceptuales como formales; se trata de un programa de mesas de oficina, que igualmente podrán funcionar en el espacio doméstico, revolucionado; a nivel de bocetos o anteproyecto se lo hemos presentado a un reducido número de amigos (arquitectos, colegas, directores de revistas) que nos han animado a continuar, sobre todo ante el hecho de no conocer nada parecido.
¿Qué os gustaría diseñar y todavía no habéis tenido ocasión de hacerlo?
Lo tenemos muy claro, un hotel; ese sería el gran salto del relato a la novela del que antes hablamos.
Un material ideal para trabajar. Las ideas.
Un diseñador o un diseño que admiréis profundamente.
Miquel Milá; de hecho en nuestro estudio tenemos un cartel que, parafraseando a Billy Wilder en relación a Lubisch, dice “¿Cómo lo haría Milá?”.
¿Cómo debe ser la casa ideal?
La realmente vivida, no simplemente decorada.
Una música para trabajar.
Acabas de tocar un tema delicado y origen de la mayor y más profunda discrepancia dentro de díez+díez diseño (Risas). Mientras que Javier prefiere sin ninguna duda el jazz, y sobre todo a Miles Dives y si me pides un disco sería el Kind of Blues, José Luis se queda con Tom Waits y su Bone Machine
Una hora del día para crear.
Cualquiera que te pille fuera del estudio.
Una ciudad para perderse.
Cualquiera, con la condición de no guiarte por un plano.
Un libro para sorprenderse.
No podemos decantarnos por uno solo; si nos permites escogeremos cuatro; “Retrato de Giacometti” de James Lord , “Wabi Sabi para artistas, diseñadores, poetas y filósofos” de Leonard Koren, “Breviario de la aurora” de Rafael Argullol y “Los ojos de la piel” de Juhani Pallasmaa.
Una anécdota curiosa de vuestros años como diseñadores.
Bueno, en cierta ocasión en un reportaje para una revista nos presentaron como Javier Díez y José Luis Díez, amigos (no nombraban que fuésemos hermanos); tal vez ahí resida la clave del buen funcionamiento de nuestro estudio, en funcionar simplemente como amigos.