Elogio de la lentitud. Sobre la obra de Fernando Vicente

¿Por qué me atraen los dibujos de Fernando?

Espero que la búsqueda escrutadora de respuesta a esta pregunta, que me hago motivado por la perentoria necesidad de escribir estas líneas y que hasta el día de hoy nunca me había planteado, no desvirtúe, no mediatice a partir de ahora el placer de la contemplación desinteresada y hedonista que de dicha obra he venido disfrutando hasta el momento; o yendo más allá, que no la contamine de apreciaciones artificiosas que difuminen sus definidos contornos, que no empañen su verdadero valor; cabe la posibilidad, sin embargo, de que dicha reflexión detenida y diseccionadora, que me propongo realizar con lente de entomólogo, me descubra matices, facetas o dimensiones que hasta ahora han pasado desapercibidas para mí.

Después de repasar decenas y decenas de sus creaciones, creo haber encontrado la explicación a tal fascinación, término que no encierra hipérbole alguna, sino que manifiesta el grado exacto de mi aprecio por el trabajo de Fernando; dicha explicación puede ser la de que su obra manifiesta un mundo personal, no tanto por el hecho de que sus rasgos estilísticos o formales le sean característicos e intransferibles en mayor o menor medida, sino porque la misma se encuentra envuelta en unas coordenadas de temporalidad que le son, creo, propias; esta cualidad temporal de la que hablo hace que al contemplar sus ilustraciones uno se sienta sumergido en un tiempo calmo, cadencioso, suspendido, pero no un tiempo ralentizado a la manera de una cámara lenta cinematográfica al estilo de un Peckinpah; lo que sucede más bien, es que nos vemos inmersos en escenas de un mundo donde esa lentitud es la definitoria de un acontecer temporal propio. Observando una ilustración de Fernando, de repente, nuestro tiempo, el real, el cotidiano, el pautado por las la agenda, los horarios, y las prisas pasa a un segundo término; inmediatamente, nos vemos atrapados en unas coordenadas cuyo ritmo permite la reflexión, la contemplación detenida, el puro placer de acariciar con la vista la belleza de unas imágenes, todo ello sin la mala consciencia de que estamos malgastando el tiempo; al mirar una de sus pin-ups, el deseo se vuelve torna plácido, huyendo de las urgencias de la inmediatez; contemplando una de sus ilustraciones que acompañen a un artículo de opinión, por muy ligado que éste se encuentre a la más rabiosa actualidad, es como si se nos estuviese permitido pensar, meditar, levantar la mirada del periódico y pararnos a reflexionar sobre lo que estemos leyendo; al contemplar alguna de sus ilustraciones que tengo en mi estudio, el marco de la misma se transforma en una ventana con vistas a ese planeta imaginario, y por lo tanto real, donde el tic tac hoy silencioso del cronómetro dilata su marcha hasta que la inmovilidad de sus figuras no es sino una condensación dinámica donde pasado, presente y futuro confluyen.

Pues bien, solo me queda agradecer la invitación que se me hizo para escribir este artículo porque ello me ha permitido descubrir un universo donde refugiarme momentáneamente en estos tiempos de zozobra, de incertidumbres y de fructíferas crisis, para luego regresar con el alma serena y la seguridad de que la belleza existe.

Gracias Fernando.